martes, 22 de diciembre de 2009

Un sujeto entra en una floristería y compra semillas, al salir tropieza y cae en cemento fresco, mientras tanto, la guerra nuclear se desata y el mundo perece con él, sumergido en cemento, que, por su humedad y densidad le salva y lo convierte en el último hombre sobre la faz de la tierra. Días después, al alzar la cara, nota que las semillas florecieron sobre el cemento. "Tal vez no nos merecíamos esto", piensa. Lós últimos días de su vida los dedica a pavimentar kilómetros y kilómetros plantando flores. Mientras lo hace, se imagina edificios corporativos rebosando de flores por todos sus muros, con ejecutivos saliendo de sus oficinas en la tarde y cortando una para llevársela a sus esposas. Sólo por si alguien hubiera llegado a sobrevivir, desde entonces lleva a cabo su tarea vestido de traje para tener ambas cosas a la mano: la formalidad del saludo del hombre elegante y el detalle amoroso de tener una flor a la mano.





Este post se me ocurrió después de escuchar Ghost ship in a storm, de Jim O'Rourke, que viene en el disco Eureka.

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